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Rehistoriar la bioética en latinoamérica. La contribución de James Drane (página 2)



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Una primera comprobación: la bioética
tiene un largo pasado pero una breve historia. Mucho antes de que
se difundiera el vocablo, las preocupaciones que identifica ya
existían, como existían también conflictos,
soluciones y
dilemas. Otro punto digno de mención: más o menos
en la misma época (segunda mitad del siglo XX) la
preocupación cristalizó en muchas iniciativas que
podemos llamar "institucionalizantes": se fundaron institutos, se
crearon grupos de
trabajo, se
editaron textos con el epígrafe "bioética". Esto
indica que la palabra vino a ser una suerte de
cristalización de algo que se necesitaba.

Pero la palabra no es la cosa. Sesudas explicaciones y
alguna que otra tontería se basan en eso que Mainetti
llama "la cuestión nominal". La trivial repetición
de que es término compuesto de "bios" y "ethos"
suele ocupar a muchos que creen con ello explicar algo. En
realidad, se trata de un ejercicio etimológico que
responde una pregunta poco relevante. Lo que necesitamos saber,
en realidad, es qué hacen quienes dicen "hacer
bioética", en qué invierten sus horas y
días, qué esperan lograr, cuáles son sus
motivaciones. Aquí hay una profusión de respuestas
y una cantidad de hechos que poco tienen que ver con la
etimología de este neologismo afortunado y
vago.

Quien recibe el crédito
mayor por inventar el neologismo no anticipó lo que
vendría a ser la bioética y más bien
deploró el sentido que adquirió el vocablo. En
realidad, Van Rensselaer Potter quiso después hablar de
"ética
global". Su visión era la de un profeta de la
catástrofe ecológica que amenazaba la supervivencia
humana. Actualmente, el significado de bioética suele
restringirse, en la mayoría de los casos, a una fusión de
humanidades y medicina o
ciencias de la
salud, o a la
toma de
decisiones éticas en el contexto de instituciones
sanitarias. Se encuentra un eco en los escritos de los
científicos, a menudo para reclamar si una supervisión ética de sus trabajos
coartará su creatividad. A
veces tienen razón, porque bajo la rúbrica de
bioética puede hacerse daño
sin un adecuado trabajo de preparación.

En lo que sigue, quiero rehistoriar la bioética
evitando caer en los vicios que señalo, de los cuales
también he sido culpable sin vergüenza ni disculpa.
La "rehistoria" es una historia contada de nuevo, y es tarea de
nunca acabar. Pruebo ahora con la perspectiva que me ha dado
James -Jim- Drane en su lugar de trabajo, la Universidad de
Edinboro de Pennsylvania. Este ejercicio de rehistoria parte, en
este caso, del trabajo concreto de un
individuo
particular que contribuyó a mucho de lo que hoy conocemos
bajo bioética en América
Latina.

La bioética en América
Latina y James Drane

En mis viajes,
conversaciones y lecturas me he topado con muchos pioneros.
Sabios vaticinadores del porvenir, a menudo incomprendidos, que
lamentan el poco eco de sus profecías o milagrosas
elucubraciones. Siempre miro con simpatía tales
declaraciones. Me recuerdan que la razón siempre
acompaña a los vencedores, a quienes tienen éxito.
Me hacen pensar que la popularidad no es lo mismo que el
prestigio y que, si hubiera justicia en el
mundo, la victoria llegaría a todos ellos. Además,
habida cuenta de la aparente buena voluntad de algunas personas,
suelo recordar
que Ludwig Klages advertía que raramente una gran alma coexiste
con un gran espíritu. Las luces intelectuales
no son garantía de bondad moral. Pero
ésta tampoco lo es de pensamiento
riguroso. La confusión proviene, creo, de que la voz
"ética" viene a ser empleada en un sentido sentimental y
dulzón, como si al usarla pudiéramos prescindir de
una sana controversia y de dura polémica
intelectual.

Estas consideraciones debieran anteceder toda exposición
histórica sobre instituciones y personas en este
ámbito. Juzgará el lector, cuando ella concluya, si
son acertadas y si, lo que importa, ayudan a discernir y
valorar.

No sé exactamente cómo conocí a
James Drane, Jim para todo el mundo. Solamente recuerdo que un
día ya lejano se presentó en mi oficina de la
Universidad de Chile para hablarme de un proyecto que
tenía entre manos. Pudo ser 1988 ó 1989. Era verano
y yo aún estaba en el Departamento de Fisiología y Biofísica de la
Facultad de Medicina. Ese día, que culminó con un
almuerzo en el restaurante "Omar Khayyam" (después supe
que Jim no podía siquiera probar la carne, por el
colesterol), confirmé que la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) planeaba
establecer un programa regional
de bioética. Mi nombre estaba entre las personas que Jim,
como consultor itinerante, debía contactar para ganar una
impresión de primera mano sobre la ética
médica y las profesiones de la salud.

El proyecto consistía en instalar en OPS un
organismo técnico que supervisara éticamente los
trabajos de la organización. Básicamente, se
había sentido la carencia de lineamientos apropiados en
materia de
investigación biomédica y de
provisión de servicios.
Aunque problema básicamente jurídico, tenía
aristas éticas que era necesario abordar. Por eso, la
bioética en OPS nació asociada a la oficina
jurídica y por eso, también, tuvo el abogado de la
organización un papel en su gestación y desarrollo.

Con Jim y otras personas mantuvimos contacto epistolar y
la primera muestra de esos
trabajos fue el volumen especial
del Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana dedicado
al tema, el cual sería republicado luego como libro, bajo el
título "Bioética: temas y perspectivas", tanto en
inglés
como en español(1).

En otro sitio he mencionado ya que la palabra y sus
connotaciones (las de entonces, no las actuales) me habían
llegado en 1986 a través de José Alberto Mainetti,
y se habían fortalecido en sus tradicionales coloquios
novembrinos de La Plata, Argentina. Ese cenáculo fue uno
de los crisoles en que se forjó la bioética
latinoamericana. No el único, pero uno importante. Del
magma germinal de lo que entonces conocíamos como
humanidades médicas emergió el tema bioético
de forma principal(2).

En esos años finales de la década de los
ochenta, en que mis propios trabajos y estudios me orientaban
hacia una mayor interpenetración disciplinaria, conocer a
Mainetti, Diego Gracia, Hans-Martin Sass, Manuel
Velasco-Suárez, Alfonso Llano, Roberto Llanos y otras
personas que luego desempeñarían papeles en la
bioética latinoamericana, fue importante. Así, al
ser nombrado vicerrector de Asuntos Académicos y
Estudiantiles en la Universidad de Chile, acompañando al
rector Jaime Lavados en su gestión
entre 1993 y 1998, ya habíamos avanzado en formar una
comisión primero y un centro de estudios después.
Íntimamente relacionadas con el trabajo de
nuestra oficina en Washington DC, liderada por Jorge Litvak,
tales iniciativas desembocaron en una alianza con la
Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el
establecimiento del Programa Regional de
Bioética(3).

Que el Programa se estableciera en Santiago de Chile
obedeció a muchos factores: el interés
del jefe de la oficina jurídica de OPS, Hernán
Fuenzalida, el trabajo que habíamos realizado en la
Universidad de Chile y la recomendación, entre otros, de
James Drane. OPS había encargado a Jim viajar por el
continente. Escribió sendos informes sobre
ese viaje y, tras algunos altibajos, se pudo concretar el acuerdo
entre OPS, el Gobierno de Chile
y la Universidad de Chile en enero de 1994. El Programa Regional
se inició bajo la dirección de Julio Montt, ex ministro de
Salud chileno.

Cuando, en 1998, dejé el cargo de vicerrector de
la Universidad de Chile, el director de OPS, Dr. George Alleyne,
me ofreció la dirección del Programa Regional.
Desde entonces, la colaboración armoniosa entre el
Gobierno chileno, la Universidad de Chile y el Ministerio de
Relaciones Exteriores de Chile ha producido los frutos que
originalmente se esperaron. Al cumplirse diez años de la
instalación del Programa, ya convertido en Unidad de
Bioética, recordamos sus comienzos, repasamos sus
lineamientos generales y formulamos sus desafíos
inmediatos. En esa conmemoración, como merecía,
rendimos un homenaje a Jim Drane por sus aportes y su permanente
disposición a ayudar(3).

Una carrera particular

Nacido en 1930, Jim Drane estudió en el
Little Rock College,
Arkansas
, en la Universidad Gregoriana de Roma, en el
Middlebury College, Estados Unidos, y
en la Universidad de Madrid,
España.
Obtuvo grados en Teología, Lenguas Romances y
Filosofía. Fue ordenado sacerdote en 1956. Después
de estos estudios, realizó otros en Georgetown
University, Yale University, Menninger Clinic
y otras
instituciones, ampliando sus experiencias y conocimientos en el
campo de la medicina, la psiquiatría y las lenguas
románicas.

Hacia 1967, James Drane enseñaba Filosofía
y Lenguas en el Seminario de
Little Rock, Arkansas. Ya era un sacerdote de promisoria carrera
en el seno de la Iglesia,
doctor en Filosofía por la Universidad de Madrid y
admirado por su conocimiento
de las Lenguas Romances. Había escrito una tesis sobre la
libertad
religiosa y la tolerancia. Era
ya viajero impenitente, que había visitado secretamente la
Unión Soviética y escrito un libro sobre su viaje
("Pilgrimage to Utopia"), el cual se tradujo al español y
obtuvo buena resonancia. Al fin, hombre de
pensamiento y reflexión, al cual los aires renovadores del
Concilio Vaticano II hacían concebir grandes
esperanzas.

Las esperanzas de Jim, como de otros católicos en
aquel tiempo, se
cifraban en una renovación de la Iglesia Católica,
no en su núcleo doctrinal pero sí en las
prácticas concretas y el comportamiento
de los creyentes. Los laicos querían un
aggiornamento que permitiera, si no flexibilizar, al
menos humanizar la ortodoxia. Entre los muchos temas que ocupaban
por aquel tiempo las conciencias, el de la reproducción humana ocupaba un lugar
importante. Eran los años posteriores a la introducción de la anticoncepción
química,
que liberaba a las mujeres de la obligada asociación entre
placer del sexo y
procreación. Eran años de cambio en las
jerarquías, las cuales se remozarían si la autoridad
brindaba ocasión renovada para el diálogo y
la participación.

James Drane recordaba con dolorosa nitidez una entrevista que
sostuvo al comienzo de su carrera sacerdotal con un joven
matrimonio
que, agotado por las deudas y las estrecheces económicas,
no deseaba tener más hijos. La Iglesia Católica no
les permitía más opciones que los llamados
"métodos
naturales" (como el Billings) para el control de una
natalidad ya no deseada. De resultas de no poder ayudar a
esa pareja, el padre Drane investigó durante años
el tema y se formó una opinión, vertida en sendos
artículos que publicó en el diario "Arkansas
Gazette"
en 1967. La resonancia de esos textos
sobrepasó el ámbito de un periódico
local. Cuando sólo faltaba una semana para que se
terminara de publicar la serie, el padre Drane recibió una
carta de su
obispo indicándole que sus opiniones transgredían
severamente la ortodoxia y que debía dejar sus tareas en
el seminario.

Lo que siguió fue un proceso
relativamente rápido, en el marco del derecho
canónico, durante el cual James Drane reclamó su
derecho a ser escuchado, apeló las decisiones de los
tribunales, llegó hasta Roma. Se le ofreció, como
alternativa, ser destinado a una lejana parroquia y enmudecer
para siempre, o retractarse públicamente de lo que
había escrito. Jim no hizo ninguna de las dos cosas y
solicitó ser destinado al estado laico.
La descripción que hace de su última
conversación con autoridades eclesiásticas, en
Washington DC, cabría perfectamente en una
antología de los desencuentros. Mientras se dirigía
a la nunciatura apostólica, el chofer del taxi que lo
llevaba le preguntó qué iba a hacer en esa embajada
vaticana. Al responder Jim, el taxista detuvo su vehículo
y, casi como la voz innominada del pueblo llano, lo
conminó a persistir en sus convicciones, a defender la
coherencia de su pensamiento y a brindar, con su ejemplo, una
esperanza para la Iglesia y su renovación.

En seguida inició una búsqueda de trabajo,
primero en la Universidad de Yale, donde le acogió el
teólogo protestante Gustafson, y luego en lo que
más tarde sería la Universidad de Edinboro de
Pennsylvania, en la cual se quedó enseñando y
trabajando hasta jubilar. Su llegada a esa universidad fue un
azar climático. Viajando en avión, una tormenta de
nieve obligó a Jim a quedarse varios días en esa
localidad cercana al lago Erie. Le dio tiempo para conversar con
las autoridades, conocer el lugar, apreciar las bondades del
retiro provinciano y decidir quedarse.

A lo largo de su vida profesional, Jim Drane ha
mantenido amistades duraderas con personas de muy diversa
persuasión, pero se mantuvo fiel a la religión
católica y sus ritos. En la época germinal del
Hastings Center compartió proyectos e
iniciativas con Daniel Callahan y conoció a todos los
iniciadores y gestores del Kennedy Center de la
Universidad de Georgetown, además de a casi la
totalidad de los académicos y estudiosos que contribuyeron
a delinear el campo de lo que después sería la
bioética. Para mí, en lo personal, Drane y
sus consejos han significado proyectar sobre mis iniciativas y
trabajos el aura de una solvencia intelectual y una apertura de
horizontes que han satisfecho muchos de mis intereses. Una de sus
primeras acciones fue
hacer que me invitaran a una importante reunión del Park
Ridge Center de Chicago, en 1990, durante la cual no solamente
conocí a muchos destacados cultores de este novel campo de
estudios, sino también tuve una visión de primera
mano sobre las "nuevas voces" y las nuevas orientaciones en la
bioética de entonces.

Las contribuciones de James
Drane

No es el propósito de este texto evaluar
críticamente los libros y
artículos de Drane. Su pensamiento ha escudriñado
aspectos muy diversos de la realidad social y se ha enfrentado a
entornos culturales y académicos muy heterogéneos.
Su activa participación como conferenciante en congresos,
seminarios y talleres le ha convertido en un invitado bienvenido
en muchos países y su fluido dominio de la
lengua
española ha garantizado su presencia en
prácticamente todos los países hispanoparlantes en
donde se ha desarrollado la preocupación
bioética.

Después de escribir su todavía
inédita tesis sobre la tolerancia y la libertad religiosa
(premonitoria elección de tema, considerando las
peripecias ulteriores), Drane publicó "Authority and
institution"
, libro que en 1969, dos años
después de su expulsión de las filas del clero,
quería sugerir que la estructura de
las instituciones religiosas no es parte de la verdad revelada,
sino un instrumento que debe entenderse en el contexto
político que es propio de sus gestores y con fundamento en
sus raíces históricas.

A ese libro siguió "A new american
reformation"
en 1974, "Religión and ethics"
en 1977 y "Your emotional life" en 1984. Estos escritos
tienen en común el intento por comprender la circunstancia
histórica y personal de la nueva juventud de
esos años, los avatares biográficos del autor y lo
que había obtenido de su paso por la famosa Menninger
Clinic y haber tomado contacto con la psiquiatría y las
ciencias del comportamiento.

En "Becoming a good doctor", de 1989, se
reconoce la impronta de Pedro Laín Entralgo y José
Luis Aranguren, ambos amigos y maestros de Drane. Este libro
recuerda que la mayor parte de los ejemplos usados en los cursos
de Teología Moral proviene de la Medicina. También
destaca que ésta es un campo privilegiado para el estudio
de cuestiones éticas y que cualquier reflexión
sobre la virtud estará bien servida si considera lo que
acontece en el ámbito privilegiado de esta
profesión. El libro tuvo una edición
española en 1993, publicada en Bogotá, Colombia.

"Clinical Bioethics", publicado en 1994, fue
concebido como un texto práctico que ayudara a los
comités de ética en la toma de decisiones. Es un
libro eminentemente útil, orientado al lector atareado,
que precisa una rápida orientación sin perder
rigurosidad.

En 1997, Drane publicó el libro "Caring to
the end"
, otro trabajo de corte eminentemente
práctico, que enseña ética a quienes laboran
en salas de cuidado intensivo o en el marco de instituciones de
atención de enfermos
terminales. En 1999, la Organización Panamericana de
la Salud publicó la traducción que preparamos en Santiago de
Chile con el título El cuidado del enfermo
terminal
. Se trata de un texto que ha tenido una buena
acogida entre los profesionales de la
salud(4).

El libro "More humane medicine", de 2003,
inauguró la flamante Edinboro University Press y fue
traducido al portugués en conjunto con Leo Pessini. Su
traducción al español ha quedado demorada,
probablemente por la necesidad de reconsiderar algunos puntos
polémicos que este texto destaca. Baste señalar que
su subtítulo reza "A liberal Catholic bioethics",
lo cual puede ser complejo de aceptar en algunos
círculos.

A los libros mencionados deben agregarse los numerosos
artículos publicados por Drane en distintos medios
técnicos y de prensa. Algunos
de ellos han sido extensamente usados como material de enseñanza en cursos dictados en diferentes
instituciones.

Balance y perspectivas: un aporte
perdurable

Si alguien me pidiera resumir lo que sé de James
Drane diría que es un scholar que no ha transado
los principios de la
fe de su infancia pero
ha intentado reformularlos en un contexto de tolerancia y
apertura. Ha tenido la dicha de una carrera académica en
un oasis como la universidad que lo ha acogido, ejemplo
característico de esa combinación de provinciana
vida bucólica y demandas docentes e
intelectuales que son los centros de estudio del tipo de
Edinboro University of Pennsylvania.

Al retirarse de la vida activa, Jim ha querido
testimoniar su compromiso perdurable con la causa bioética
en el continente latinoamericano y caribeño, legando los
recursos que
pusiera a disposición de la universidad el difunto Russell
B. Roth, presidente que fue de la American Medical
Association
, amigo y mecenas. El establecer un Centro de
Estudios que llevará su nombre permitirá ofrecer a
los cultores de la bioética un refugio intelectual libre
de imposiciones doctrinarias y será un estímulo
para la producción intelectual. Para quien escribe
estas líneas, haber sido nominado como el primer
scholar de este naciente centro en 2005 y contribuir a
gestar la arquitectura de
su gestión, constituyen dos motivos de tranquila
satisfacción y orgullo.

Cuando deba escribirse la historia real de la
bioética en nuestro continente, sin duda algunas de las
ideas expresadas en este trozo de rehistoria serán parte
del relato oficial. Para cuando eso ocurra, habrá
desaparecido, espero, esa efervescencia de los comienzos y el
vocinglero tercermundismo militante que algunos confunden con la
lucha por la equidad de los
pueblos. Habremos dejado atrás, imagino, la
villanía intelectual que lleva a protagonismos mal
inspirados y negativos. Se habrá adquirido la
respetabilidad de un campo de estudio sobrio y productivo, acorde
con la circunstancia en que se desarrolla, fiel a sus
raíces y muestra de excelencia. Cuando eso ocurra, la
figura de James Drane deberá alinearse junto a las
más importantes en esta empresa.

Referencias

1. OPS Bioética. Temas y perspectivas.
Washington DC: Organización Panamericana de la Salud; 1990
(hay edición en inglés del mismo año). Publ.
Científica Nº 527.

2. Lolas F. Bioética y antropología médica. Santiago
de Chile: Editorial Mediterráneo; 2000.

3. Lolas F, (ed.) Diálogo y
cooperación en salud
. Diez años de
bioética en la OPS. Santiago de Chile: Unidad de
Bioética, Organización Panamericana de la Salud
OPS/OMS; 2004.

4. Drane JF. El cuidado del enfermo terminal.
Washington, DC: Organización Panamericana de la Salud;
1999.

Fernando Lolas Stepke
Profesor Titular de la
Universidad de Chile. Director de la Unidad de Bioética,
OPS/OMS. Chile

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